domingo, 2 de octubre de 2011

NO ME LLEVARÁN

01/10/11 - Teatro: Los días de fiesta no pasan trenes (Fernández, Giusto, Navarro, Sassi)

Otra vez la soledad. ¿Qué rostro tiene la soledad? Para el protagonista de “Los días de fiesta no pasan trenes” (obra escrita por Ezequiel Fernández, Raúl Giusto, Osjar Navarro y Gustavo Sassi, y dirigida por éste último) la soledad asume numerosos (e inquietantes) rostros. El primero de ellos, el suyo propio, el que nunca (jamás) se quiere reconocer. Pero luego vienen esos rostros aún más siniestros: el del maniquí, el de la muñeca (Martinita), el del adusto retrato en blanco y negro, y el más acuciante de todos, el de ese hombre que nunca llega. 
Con música de Sandro de fondo arranca una obra breve pero intensa, con picos de hilaridad que sirven para contrarrestar una atmósfera densa y cargada de pulsiones oscuras. De no contar con esa tenebrosidad, con esa siniestra familiaridad, la obra podría haber salido de la pluma de Manuel Puig, pues Severo Vira, el protagonista, es un modisto (o costurero) acostumbrado a trabajar con grandes estrellas. Sin embargo, los costados más retorcidos lo alejan de la estética pop y camp del autor de El beso de la mujer araña y otras obras inolvidables, y lo acercan más a los límites mismos de la locura. 
Si se vuelve a la pregunta inicial, sin duda el rostro que tiene la soledad es el de la locura, el de la disociación, el de aquel no puede reconocer sus propias patologías. Noche de Navidad, Severo pone la mesa y departe con sus invitados: el maniquí, Martinita la muñeca, el adusto retrato. Lo que podría ser considerado un monólogo es claramente un diálogo, un diálogo sostenido maravillosamente a lo largo de toda la obra por la ductilidad escénica y vocálica de Claudio Veliz como Severo Vira. 
Severo Vira no monologa, no habla consigo mismo, no se considera a sí mismo un ser fuera de lo normal: Severo entabla un diálogo por momentos dramático y por momentos desopilante con sus “invitados” y aunque éstos jamás contesten, la dinámica teatral hace que el espectador pueda llenar esos huecos aparentes con pasmosa rapidez y facilidad. Las vicisitudes de una vida a la sombra de una gran estrella, que como toda estrella es caprichosa, narcisista, egoísta e insoportable, van desfilando por los recuerdos que Severo enhebra con la misma habilidad con que le enhebraba las agujas a su mamá. Una vida al servicio de los demás termina siendo la sombra de lo que pudo haber sido y que, en esa triste, acaso última noche de navidad, tampoco va a concretarse. 
En suma, “Los días de fiesta no pasan trenes” es una obra que, con la compleja elegancia de la simplicidad y sin apelar a golpes bajos ni de efecto logra hacer reflexionar al espectador sobre uno de los temas más acuciantes y vigentes de nuestros días: la terrible, ponzoñosa, inquietante soledad del ser humano. 

Sábados, 20:30 hs. 
Teatro El Fino 
Paraná 673 
Reservas: 4181 4201 
Entradas: 40 $

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martes, 14 de junio de 2011

SIEMPRE LA SOLEDAD

12/06/11 - Teatro: Entre mujeres solas (Palant)


La soledad. Siempre la soledad. Esa sombra que nos acompaña de la cuna a la tumba y que la mayoría no sabemos cómo evitar, cómo tramitar, cómo lidiar con ella. Mujeres y soledad. Un binomio que, digan lo que digan, parece indestructible. O bien, un binomio que la cultura ha hecho, con sus modelos, sus marchas y contramarchas, indestructible. Toda mujer está sola a menos que esté legalmente casada. En toda otra circunstancia, siempre estará (y será señalada por estar) sola.
Solas también están las mujeres de las dos obras, englobadas bajo el atinado título de “Entre mujeres solas” del dramaturgo y director Jorge Palant, que actualmente se están presentando en el acogedor Teatro Tadrón, enclavado en una esquina del barrio de Palermo, los domingos a las 18 horas. Momento ideal para degustar alguna de las delicias orientales que sirven allí mismo y luego ver una obra que a través del grotesco muestra diferentes facetas de la soledad, de la amistad, del género femenino y de las relaciones de poder entre los seres humanos. 
En la primera obra, “Griselda en la cuerda”, una mujer entrada en años, y sin embargo atlética, llega en medio de la noche a una pensión en un pequeño pueblo. Pronto nos enteramos de que ha venido como parte de un circo. Pronto nos enteramos también de que no puede dormir, que a escondidas y con culpa bebe alcohol, que a pesar de sus años y achaques es equilibrista, y que apenas puede con su alma y su circunstancia. El contrapunto necesario para el desarrollo dramático lo ofrece la dueña de la pensión, mujer dura, seca, hosca, que se niega a todo contacto que vaya más allá del establecido por las normas más elementales de convivencia. Imposible sacarle una sonrisa, imposible sacarle conversación, imposible lograr un acercamiento entre ambas. Tan sólo al final, un atisbo de compasión asoma a sus labios al gritarle a Griselda que tenga cuidado cuando esté “en la cuerda”. 
En la segunda obra, “Al pasar por un cuartel”, otras son las relaciones de poder que se juegan y establecen también entre dos mujeres, aunque la soledad siga siendo el nudo principal. En un tono más lúdico (y también más grotesco), asistimos a la deriva senil de una mujer autoritaria (con la autoridad, desde luego, que sólo puede dar el dinero) que “juega” juegos de ficción con su mucama/asistente/secretaria/partenaire. Esta singular mucama, aparentemente escapada de la corte de los milagros, accede a contarle a su patrona aventuras amorosas que ha tenido (o fingido tener) en el pasado. Todo el juego consiste en repetir sin cambiar ni un ápice un guión previamente establecido entre ambas. Entremedio de esos juegos, se cierne la figura de un enigmático coronel que cumpliendo arresto domiciliario lo quiebra impunemente una y otra vez. Toda la vida de esa ricachona claramente venida a menos se reduce ahora a las visitas (¿ficticias?) a parientes que detesta y a un batallón de médicos a los que suministrará hasta los más mínimos detalles del (mal) funcionamiento de su organismo. Pero todo estalla cuando su esclava decide romper las reglas del juego y liberarse, aún a riesgo de perderlo todo. 
En suma, una obra plena de profundos matices y con la sobresaliente actuación de Dora Mils (primero como la dueña de pensión hosca y luego como la señorona al borde del Alzheimer), quien puede componer con la misma gracia y eficacia dos personajes tan opuestos y disímiles. Todo se complementa con una puesta en escena despojada, musicalización acorde y un texto más que potente e imponente. 

Domingos, 18 hs. 
Teatro Tadrón 
Niceto Vega 4802 
Reservas: 4777-7976 
Entradas: 40 $ (estudiantes y jubilados: 20 $)

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lunes, 21 de marzo de 2011

ESA TEMIBLE REGIÓN NAIF

20/03/11 - Teatro: Genealogía del niño a mis espaldas (Apolo)


El domingo 6 de marzo se re-estrenó el "haiku teatral" Genealogía del niño a mis espaldas, obra de Ignacio Apolo, con dirección de Vilma Rodríguez y la actuación de Oscar Ferrero (como el niño) y Javier Rodríguez (como S.Rz). En un horario algo inusual (a las 17:30 hs.), pero que es de agradecer para quienes no vivimos en la ciudad de Buenos Aires, y en el íntimo recinto de No Avestruz, es posible disfrutar de una obra que apuesta a la sutileza, a las pinceladas breves e irónicas, pero también a lo sombrío, lo extraño y hasta lo siniestro. 
Un hombre, un niño, un zoológico. Un banco de madera iluminado de forma tal que su respaldo simula los barrotes de las jaulas (pero, ¿cuáles jaulas? ¿las del zoológico o las del pensamiento?). Con estos elementos y un texto que constantemente apela a otros discursos (como el científico, el de las taxonomías animales y el de la literatura) se compone una inquietante trama que deja flotando numerosas preguntas. La más acuciante tal vez sea quién es ese niño que permanece a espaldas del personaje adulto y lo interpela en reiteradas ocasiones sin obtener demasiado de él. El niño, que permanece en "esa temible región naif" que es la infancia, hace las preguntas que hacen todos los niños, sabios siempre por naturaleza. ¿Su padre? o ese adulto que se mantiene allí aleccionándonos con palabras rimbombantes acerca de los animales que moran en las diferentes partes del zoológico nunca parece tener la respuesta adecuada, acaso el mayor drama que un niño pueda vivir. Preguntas sin respuesta, respuestas diferidas, a destiempo, en eterno desfasaje van jalonando el reticulado etéreo de la obra, que no se priva de mencionar el famoso cuento de Julio Cortázar "Axolotl", aquel donde un hombre que consuetudinariamente visita el Jardin des Plantes de París se transforma en el "pez azteca de inmovilidad filosófica".
La obra entra también en profundidades más extrañas, como la transmigración de las almas o las sucesivas reencarnaciones del filósofo griego Empedócles o del "ignoto poeta celta", en una enumeración caótica sumamente poética ("durante un año estuve hechizado en la espuma del agua"), que le suministran una coloratura diferente y digna de destacarse. 
Del mismo modo, la obra juega también con la permanente tensión entre la identidad y la otredad, entre el presente y el pasado, entre lo que fue y ya no es. ¿Ese niño es realmente el hijo del hombre que está allí o, más verosímilmente, es él mismo, es el niño que fue y ya no puede volver a ser? ¿O, más inquietante aún, nada lo ata a ese niño que, impertinente como todos los niños, reclama su atención, su afecto, su cariño?
Como dice su propio autor, "la obra es una hermosa apuesta actual y también es un homenaje, una mirada retrospectiva", ya que se re-estrena luego de diez años y de haber obtenido el Primer Premio en el Certamen Metropolitano de Teatro en el año 2000. Con música de Federico Marrale y escenografía de Valeria Abuin, Genealogía del niño a mis espaldas invita a recorrer un zoológico íntimo y tangencial, donde las preguntas se esparcen como hojas otoñales y la poesía de lo mínimo, inquietante, se instala. 

Funciones: domingos a las 17:30 hs.
No Avestruz
Humboldt 1857
Reservas: 4777-6956

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