domingo, 28 de febrero de 2010

CONTRAPUNTO DE MUJERES

27/02/10 - Teatro: Toda mi vida he sido una mujer (Kaplan)



Un contrapunto de mujeres, que pueden ser una y la misma, es la obra Toda mi vida he sido una mujer, reestrenada el sábado 20 de febrero en el Teatro Beckett, con dirección de Vilma Rodríguez y las actuaciones de Andrea Jaet y Gaby Ferrero. La obra se presentó en el 2009 en el formato semimontado en el Ciclo de Nueva Dramaturgia Europea (con la cooperación del Goethe-Institut, el Instituto Italiano di Cultura, la Alliance Française, las Embajadas de Suiza y Francia, Pro Helvetia y el Espacio Callejón).
El texto, de la autora norteamericana, aunque residente en Francia, Leslie Kaplan subraya esta idea del contrapunto en tanto carece de cualesquiera indicaciones teatrales o apartes y tan sólo diferencia las ¿diferentes? voces mediante el cambio de tipografía. Esto supuso un verdadero desafío tanto para la directora como para las actrices, quienes en el proceso de ensayo y montaje descubrieron que su puesta se inclinaba naturalmente hacia el humor, logrando así que la obra ganara en muchos aspectos ya que carece de anécdota o, si se quiere, de conflicto a la manera tradicional.
No hay ni inicio ni nudo, ni siquiera desenlace. Hay, sencillamente, dos mujeres que dialogan, hablan, cantan, escuchan, se asustan, se exaltan, traen otras voces, refieren otros discursos, repiten eslóganes, reiteran conductas, satirizan a otras y muestran un florido mosaico de una femineidad nacida y forjada al amparo del consumismo y la paulatina cretinización de la mujer, como diría la polémica Esther Vilar. Se suceden, entonces, breves sketches ambientados en diferentes situaciones en donde estos intercambios de palabras tienen lugar. El texto juega mucho con las aliteraciones, las anáforas, las rimas internas, los juegos de palabras y la polifonía, en una deliberada voluntad de omitir, como decíamos, toda noción de estructura clásica y lineal. Así, estos encuentros de las dos mujeres podrían seguir in aeternum puesto que no hay resolución ni clímax. Para el espectador es como asistir –tal vez sea mejor decir espiar- a una charla entre mujeres, en apariencia trivial e intrascendente.
Pero no hay nada trivial ni intrascendente en los diferentes mensajes que circulan en la obra, que se podrían sintetizar (pero no agotar) en las siguientes preguntas: ¿qué es ser una mujer? ¿es cierto que los hombres están tan atemorizados ante la nueva mujer liberada? ¿puede un otro habitar mi propio cuerpo? ¿qué tanto me perturba la sexualidad propia y ajena? ¿qué tanto poder tiene la publicidad sobre el ser humano, especialmente sobre la mujer? ¿todo lo que una mujer puede ser es un ama de casa perfecta y nada más? y ¿cuánto nos atemoriza alcanzar nuestra propia libertad?
Vale destacar las aguerridas interpretaciones de ambas actrices y el adecuado diseño sonoro y musical de la obra, a cargo de Fabián Dellamónica. Con mínimos elementos, una silla y cuatro muebles que ofician de mesa, mesada o baranda, según la ocasión, el escenario se llena de esas voces que, lejos de parlotear, intentan asir alguna respuesta que les devuelva un sentido, un significado, una certeza de la que asirse en el perpetuo (y complejo) devenir de ser mujer.

Funciones: sábados, 21 hs.
Teatro Beckett
Guardia Vieja 3556 – Almagro, Capital Federal
Reservas: 4867-5185
Entradas: $25 est. y jub.: $20

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viernes, 19 de febrero de 2010

LA TELA DE LA TEMPORADA

18/02/10 - Teatro: 4 temporadas (Sedlinsky sobre textos de Schulz)



Cuando se piensa en la literatura polaca el primer nombre que se viene a la cabeza es el de Witold Gombrowicz. Sin embargo, las letras polacas del siglo XX tienen otro finísimo representante: Bruno Schulz (1892-1942). Escritor, pintor, muralista, dibujante, urdió un mundo literario poblado de fantásticos maniquíes y de un humor ácido y absurdo que la compañía 4 Temporadas en conjunto con Trabajo a Reglamento ha sabiamente rescatado en la obra “4 temporadas”, estrenada ayer en el Camarín de las Musas. Con dirección de Javier Swedzky y dramaturgia de Pedro Sedlinsky, presentan la historia de la Maison Katel, una gran tienda de telas regenteada por un padre que sufre una extraña mutación y tres hijos que no saben muy bien qué hacer ni con él, ni con el negocio ni con la vida en general. 
Los hijos, Adela, José y Segundo, representados por Flor Sartelli, Julián Rodríguez Rona y Leonardo Volpedo se disputan el amor tiránico de su padre y juegan distintos roles en el negocio familiar: Adela es la muchacha servicial para todo uso; José es el hermano mayor, el que supuestamente debería tomar todas las decisiones acerca de la marcha de la tienda pero siempre termina haciendo lo que le dice el padre, y Segundo es un soñador y revolucionario de pacotilla, financiado por su padre. 
Y las cosas en la Maison Katel no están funcionando bien. Llega la primavera y es el momento de lanzar una nueva tela de temporada, un modelo y un estampado que se vuelvan un furor: allí es donde arranca la obra, con los tres hermanos dándole al público la bienvenida a su primorosa tienda, mostrando rollos y rollos de maravillosas telas, seda natural, crepe plisé y la vedette de esa primavera, la seda fría con grandes estampados de flores. Pero la tela de la temporada es un fiasco y sólo logran vender un metro de muestra y a cada temporada la situación tambaleante de la tienda empeora mientras los personajes entran en un ciclo de locura, absurdo y extrañeza imparable. 
Si algo hay que destacar de esta excelente puesta y propuesta, además del humor ingenuo y ácido a la vez de la poética de Schulz, es la inquietante presencia tanto del padre (un títere espeluznante, como todos los títeres) así como de los tres mudos maniquíes, todos obra del artista plástico Nicolás Botte. El padre no llega a medir un metro y su voz es impostada por uno de los actores tan bien y de modo tal que siempre parece provenir del propio muñeco, lo que agrega aún más inquietud (y asombro) en el espectador. Con voz cascada, el padre-títere-próximamente pájaro no deja de gritar órdenes, pedir cosas, exigir que todo se arregle y manejar, como un verdadero titiritero, los destinos de sus hijos. Éstos, a su vez, se desquitan con los maniquíes. Cada vez que uno de ellos queda a solas en el escenario con un maniquí, los muñecos con forma humana se transforman en confidentes y en fuente de fantasías alocadas y liberadoras (como las de José, que siempre sueña con trabajar en las grandes ciudades del mundo). Así, mediante la interacción dramática con los maniquíes, los personajes logran volcar también sus miserias fuera, como cuando se ve el trato “especial” que Adela le dispensa a García Mata, uno de los fieles clientes de la Maison Katel. 
Y mientras las Cuatro Estaciones de Vivaldi jalonan convenientemente la obra, el público –y los propios Katel- asisten a la extraña transformación que sufre el padre, convirtiéndose en un extraño pájaro que apenas emite sonidos, pero que en el final recupera algo de su vigor para seguir mangoneando a sus hijos, en medio de la más pavorosa ruina económica y espiritual. 
En suma, una obra sencillamente imperdible, con momentos de comicidad hilarante y con la frágil belleza de las telas danzando y mostrando la multiplicidad de sus colores, la variopinta congregación de ilusiones que es también el ser humano. 

Funciones: jueves, a las 21:30hs 
El Camarín de las Musas: Mario Bravo 960 
Informes: 4862-0655 
Entrada: $35 y $20 para estudiantes y jubilados.

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lunes, 8 de febrero de 2010

MADRE E HIJA

06/02/10 - Teatro: Querida mamá o guiando la hiedra (Yusem sobre textos de Uhart)


Madre e hija. ¿Existe acaso un vínculo humano más tormentoso, amoroso y arraigado? Con una puesta minimalista, onírica, altamente poética y con un texto compuesto por fragmentos de cuentos de Hebe Uhart, la directora Laura Yusem se propuso investigar dicho vínculo en la obra “Querida mamá o guiando la hiedra”. La secundan en esta pequeña épica de lo cotidiano las actrices Martha Rodríguez (la madre) y Julieta Alfonso (la hija). Vale la pena hacer notar algunas coincidencias: según relata la propia Yusem, su primera puesta en escena fue también sobre textos de Uhart (“Un pájaro gris, medio gordo, de pico corto”, 1970). A su vez, formaba parte de aquel elenco Martha Rodríguez, quien sobresale de manera excepcional en “Querida mamá”, sin desmerecer en absoluto el precioso trabajo de Julieta Alfonso.
Los cuentos en los que Yusem basó la obra son “Querida mamá”, carta de una hija a su madre muerta, y “Obviando la hiedra”, los pensamientos de esa misma madre, pensamientos que relatan una vida que la hija no podría llegar a sospechar siquiera. La puesta teatral, en el Patio de Actores, refuerza este paralelismo, tanto en lo textual como en lo escénico: los personajes nunca dialogan entre sí sino que hablan —monologan— por turnos. Sólo durante un breve momento sus voces se superponen, se persiguen, se ensañan una con la otra pero no llegan nunca al diálogo, acaso la metáfora más acertada (y dolorosa) para el vínculo que la obra explora sin apelar al realismo prosaico sino a la ensoñación poética. Al mismo tiempo, los personajes no se tocan, ni se miran, ni entran en contacto (con excepción del final) duplicando el mismo paralelismo textual citado.
Pero, como buena madre e hija que son, repiten gestos, costumbres, palabras, momentos. Repiten lo que otras antes que ellas también repitieron. Reiteran un pasado que las agobia y que la madre lega a la hija sin que ésta pueda ya seguir sosteniendo recuerdos, chucherías, muebles e idiosincracias que no le pertenecen. Y así se reproducen, de manera desarticulada, fragmentos de peleas, discusiones, enternecimientos y obsesiones, pero el diálogo, el acercamiento real nunca se concreta. Y como un espejo la hija hace lo que hacía su madre y su madre hace lo que su propia madre hacía, en un impactante juego de repeticiones.
Madre e hija. Duplicados, repeticiones. Ellos son también uno de los leit-motifs de la obra. La carta que la hija intenta escribir ha sido escrita tres veces: una vez fue perdida, otra no salió como ella quería y la tercera es la que intenta redactar ahora. Ahora, que hace dos cosas a la vez, como su madre: “mientras barro escucho la radio”. Pero el pesar asciende a medida que la obra avanza y la situación de esa madre ausente —pero tan presente— sugiere diversas hipótesis en el espectador, surgidas todas de los diferentes hilvanes que allí se traman: ¿se exilió acaso por la situación política del país? (la hija le cuenta que los militares ya no están en el gobierno); ¿fue internada en un psiquiátrico? (entre las cosas que la hija rememora está el día en que dijo que no le era posible internarla, porque tenía otras cosas que hacer); ¿se suicidó o bien está muerta y la hija aún está intentando tramitar ese terrible sufrimiento?
La musicalización de la obra (a cargo de Cecilia Candia) refuerza de manera hermosa e inquietante esta idea general de la fragmentación sobre la que gira la puesta: como hilachas o hilos sueltos (“¡de acá no te vas hasta que te salga la pollera evasé!”) los sutiles —también tétricos en algunos pasajes— juegos musicales realzan aún más una obra que, sin duda, tiene todo lo necesario para atraer a un público deseoso de experimentar emociones fuertes sutilmente entramadas, sin estridencias innecesarias.

Patio de Actores 
Lerma 568
Tel: 4772 – 9732
Funciones: Sábados 21hs
Localidades: $ 40.

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