lunes, 8 de febrero de 2010

MADRE E HIJA

06/02/10 - Teatro: Querida mamá o guiando la hiedra (Yusem sobre textos de Uhart)


Madre e hija. ¿Existe acaso un vínculo humano más tormentoso, amoroso y arraigado? Con una puesta minimalista, onírica, altamente poética y con un texto compuesto por fragmentos de cuentos de Hebe Uhart, la directora Laura Yusem se propuso investigar dicho vínculo en la obra “Querida mamá o guiando la hiedra”. La secundan en esta pequeña épica de lo cotidiano las actrices Martha Rodríguez (la madre) y Julieta Alfonso (la hija). Vale la pena hacer notar algunas coincidencias: según relata la propia Yusem, su primera puesta en escena fue también sobre textos de Uhart (“Un pájaro gris, medio gordo, de pico corto”, 1970). A su vez, formaba parte de aquel elenco Martha Rodríguez, quien sobresale de manera excepcional en “Querida mamá”, sin desmerecer en absoluto el precioso trabajo de Julieta Alfonso.
Los cuentos en los que Yusem basó la obra son “Querida mamá”, carta de una hija a su madre muerta, y “Obviando la hiedra”, los pensamientos de esa misma madre, pensamientos que relatan una vida que la hija no podría llegar a sospechar siquiera. La puesta teatral, en el Patio de Actores, refuerza este paralelismo, tanto en lo textual como en lo escénico: los personajes nunca dialogan entre sí sino que hablan —monologan— por turnos. Sólo durante un breve momento sus voces se superponen, se persiguen, se ensañan una con la otra pero no llegan nunca al diálogo, acaso la metáfora más acertada (y dolorosa) para el vínculo que la obra explora sin apelar al realismo prosaico sino a la ensoñación poética. Al mismo tiempo, los personajes no se tocan, ni se miran, ni entran en contacto (con excepción del final) duplicando el mismo paralelismo textual citado.
Pero, como buena madre e hija que son, repiten gestos, costumbres, palabras, momentos. Repiten lo que otras antes que ellas también repitieron. Reiteran un pasado que las agobia y que la madre lega a la hija sin que ésta pueda ya seguir sosteniendo recuerdos, chucherías, muebles e idiosincracias que no le pertenecen. Y así se reproducen, de manera desarticulada, fragmentos de peleas, discusiones, enternecimientos y obsesiones, pero el diálogo, el acercamiento real nunca se concreta. Y como un espejo la hija hace lo que hacía su madre y su madre hace lo que su propia madre hacía, en un impactante juego de repeticiones.
Madre e hija. Duplicados, repeticiones. Ellos son también uno de los leit-motifs de la obra. La carta que la hija intenta escribir ha sido escrita tres veces: una vez fue perdida, otra no salió como ella quería y la tercera es la que intenta redactar ahora. Ahora, que hace dos cosas a la vez, como su madre: “mientras barro escucho la radio”. Pero el pesar asciende a medida que la obra avanza y la situación de esa madre ausente —pero tan presente— sugiere diversas hipótesis en el espectador, surgidas todas de los diferentes hilvanes que allí se traman: ¿se exilió acaso por la situación política del país? (la hija le cuenta que los militares ya no están en el gobierno); ¿fue internada en un psiquiátrico? (entre las cosas que la hija rememora está el día en que dijo que no le era posible internarla, porque tenía otras cosas que hacer); ¿se suicidó o bien está muerta y la hija aún está intentando tramitar ese terrible sufrimiento?
La musicalización de la obra (a cargo de Cecilia Candia) refuerza de manera hermosa e inquietante esta idea general de la fragmentación sobre la que gira la puesta: como hilachas o hilos sueltos (“¡de acá no te vas hasta que te salga la pollera evasé!”) los sutiles —también tétricos en algunos pasajes— juegos musicales realzan aún más una obra que, sin duda, tiene todo lo necesario para atraer a un público deseoso de experimentar emociones fuertes sutilmente entramadas, sin estridencias innecesarias.

Patio de Actores 
Lerma 568
Tel: 4772 – 9732
Funciones: Sábados 21hs
Localidades: $ 40.

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