jueves, 12 de noviembre de 2009

LAS NEUROSIS DE NUESTROS PRÓCERES

10/11/09 - Teatro: La neurosis de los hombres célebres de la historia argentina
 (Compañía de Funciones Patrióticas)







Breve pero contundente. Irónica, ácida, corrosiva. Inteligente, sagaz, sarcástica. Tragicómica. Así es “La neurosis de los hombres célebres en la historia argentina”, obra teatral dirigida por Martín Seijo y representada por la Compañía de Funciones Patrióticas, un colectivo teatral que tiene la particularidad de realizar funciones sólo en fechas patrias y de obras que, de un modo u otro, hagan referencia a ésta.
El año pasado, la compañía tuvo el tino de realizar una puesta de El gigante Amapolas, esa olvidada pero siempre vigente obra de Juan Bautista Alberdi. Este año, sin embargo, la compañía apostó a más y realizó esta estupenda adaptación de un insigne tratado decimonónico: La neurosis de los hombres célebres en la historia argentina (1878) del doctor José Ramos Mejía. Imbuido del zeitgeist de la época, el libro describe las diferentes “neuropatías” sufridas por nuestros más célebres próceres, entre ellos Juan Manuel de Rosas, Bernardo de Monteagudo y Guillermo Brown.
Son precisamente estos tres prohombres los elegidos para esta adaptación de la Compañía de Funciones Patrióticas (protagonizada por Paolo Baseggio, Ernesto Fontes, Leandro Ibarra, Natalia Olabe y Guillermo Valdéz), ficción delirante pero cabal en la que estos tres peligrosísimos sujetos se encuentran encerrados en un manicomio bajo los obsesos cuidados del doctor Ramos Mejía.
Sobre una camilla, atado, aparece en la primera escena Bernardo de Monteagudo, una figura importante, hoy olvidada, para la gesta de liberación sanmartiniana. El doctor Ramos Mejía entra en la habitación acompañado por una joven residente. A partir de allí se desencadenan los hechos vertiginosamente y todo terminará de modo completamente inesperado y desopilante. Una voz en off (Claudia Mac Auliffe) aporta los datos necesarios, no exentos de mordacidad, para comprender lo que sucede.
La puesta en escena, austera, deliberadamente precaria, alude siempre a “La lección de anatomía”, el archifamoso cuadro de Rembrandt que la realidad, el azar o una mente perversa reprodujeron en la foto de la autopsia del Che Guevara, imagen que la compañía eligió para ilustrar las gacetillas de esta segunda función de “La neurosis…” (la primera fue el 17 de agosto, en la misma Sala Escalada).
La ciencia del siglo XIX se confunde en esta obra con el entramado político de un país que todavía no puede ser llamado tal y sus terribles dolores de parto. Al mismo tiempo, el humor y la ironía tiñen todo de un tono surreal que casa muy bien con la adecuada elección de las neurosis patrióticas: la erotomanía de Monteagudo, el delirio persecutorio de Brown y la megalomanía de Rosas. Dice el texto de Ramos Mejía respecto de este último: “los grandes neurópatas como Rosas, en cuya contextura espiritual existe una atrofia tan extraordinaria del sentido moral, constituyen todas esas anomalías que son en el orden psíquico lo que las monstruosidades de la organización del cuerpo en el orden físico. Vienen al mundo con el germen de su locura, de esta locura temible que busca el placer en las emociones intensísimas del crimen, que arranca al corazón fibra por fibra y que en cada gota de sangre que vierten, encuentran una fuente inagotable de gratas emociones”.
Para finalizar, conviene entonces estar atentos a las próximas funciones de la compañía, puesto que no sólo desgranan su corrosivo humor a diestra y siniestra sino que ofrecen un espectáculo distinto, a contramano de los discursos oficiales y con una calidad digna de ser mencionada. Dos gestos loables completan esta invitación a la reflexión sobre nuestra propia historia: los pastelitos que se reparten al comienzo y el CD de la compañía que se entrega al final, con imágenes, sonidos y los textos representados. Un verdadero lujo patriótico.

CRÓNICA DE UN DÍA EN AZUL

III Festival Cervantino de Azul (del 5 al 15 de noviembre de 2009)


Domingo, siete y media de la mañana, esquina de Callao y Rivadavia. La confitería del Molino aún no reabre sus puertas y el Congreso es mudo testigo de los numerosos grupos de jóvenes que recorren las avenidas, recién salidos, es muy evidente, de los boliches. Un grupo, pequeño y bostezante, comienza a conformarse allí. Permanecen ajenos al provocador espectáculo que brindan algunos y esperan. Con gran paciencia, esperan. Mucho después de lo pactado, un combi (mejor dicho, una van) llega, los carga y el ahora alegre grupo de periodistas, que eso eran, van rumbo a Azul, ciudad cervantina de Argentina. 



Domingo, doce del mediodía, sobre la ruta 3. Restaurant “Punto Argentino”. Los periodistas porteños bajan de la van, se encuentran con otro grupo de periodistas que ya estaba cubriendo el III Festival Cervantino de Azul y se disponen a comer. Lamentan, algunos, no haber podido ir al Monasterio Trapense, situado unos kilómetros más allá de Azul, tal como estaba planeado. Quedará para otra ocasión. Comida y bebida abundante, pampa infinita y los preliminares: los periodistas que ya estaban cubriendo el festival pasan el parte a los recién llegados y la calma azuleña comienza a apoderarse de todos, menos de algunos impacientes.

Domingo, dos de la tarde, comienzo de la visita oficial a la ciudad de Azul. Primera parada: el ex Matadero Municipal, cuyo portal fue obra del controvertido arquitecto Francisco Salamone. No hay mucho para ver, excepto una construcción de afilados perfiles. Los bullangueros periodistas entran triunfales a la ciudad y empieza el “city tour”. Segunda parada: Parque Municipal “Domingo Faustino Sarmiento”, diseñado por el afamado paisajista Carlos Thays. 22 hectáreas de verde, árboles, caminos, puentecitos y el arroyo Azul que divide a la ciudad en dos. Nos enteramos de que la ciudad se fundó en 1832 como fuerte (el Fuerte San Serapio Mártir) para contener el avance de los malones. 16 carretones de ruedas altísimas (aptas para vadear arroyos y lagunas) llegaron de la mano del coronel Pedro Burgos, de los cuales se encuentra una réplica en el parque.



Un simpático trencito realiza un breve trayecto dentro del parque y los ávidos periodistas preguntaron si era posible dar una “vueltita”. Aprobada que fue la moción por unanimidad, el grupo abandonó la combi para subirse al “Pamperito”, un tren de trocha muy angosta, cuya locomotora funciona con un motor de Ford T y cuyos vagones fueron reformados con partes de autos. Bamboleante y ruidoso, el Pamperito trajo de vuelta, sanos y salvos, a los periodistas muertos de risa ante la aventura ferroviaria en miniatura. Tercera parada: fiesta gaucha pre-Jesús María, en los predios del ejército. Más verde, autos, caballos y auténticos gauchos (facón al cinto y todo) por todos lados. Un amable ambulanciero explicó a algunos de los periodistas presentes de qué iba la cosa y entonces se comprendió un poco más un espectáculo que, de otro modo, resultaría un poco aburrido. La rebelde belleza de los caballos, sin embargo, hubiera bastado para atrapar la vista de cualquiera.



Domingo, cuatro y media de la tarde, Casa Ronco, hogar de la colección de Quijotes más importante fuera de España, motivo de la declaración de Azul como “ciudad cervantina” en el 2007 por la UNESCO. Una casa antigua, de principios de siglo, con sus puertas y celosías altísimas, su zaguán, su patio central, sus pisos de madera crujiente y allí, en las dos habitaciones principales, libros del techo hasta el piso, en estanterías realizadas por su propio dueño, el doctor Bartolomé J. Ronco. Ronco era un abogado capitalino que hacia los años 20 decidió ejercer en la ciudad de Bahía Blanca. Sin embargo, se afincó en Azul, ya que allí se encontraban los tribunales y pronto se casó con una azuleña. Tuvieron una hija que murió a los catorce años y luego de un período de comprensible luto, los Ronco se dedicaron a diversas actividades comunales. El abogado, gran lector, era, además, bibliófilo y coleccionaba ediciones (y todo aquello que tuviera que ver con) del Quijote, la obra fundante de la novela y la literatura modernas. Coleccionaba asimismo ediciones del Martín Fierro, fabricaba juguetes de madera, compilaba términos gauchescos y, por si todo eso fuera poco, dirigió hasta su muerte la biblioteca municipal.



El inquieto grupo de periodistas tuvo entonces acceso a algunos de los tesoros que son celosamente custodiados en la casa Ronco: la edición en inglés de Thomas Shelton, regalada a la biblioteca por el escritor inglés Julian Barnes; la edición de 1716, realizada en Amberes, Bélgica; la edición ilustrada por Salvador Dalí; el Quijote más pequeño del mundo, dos tomos en papel biblia que caben en la palma de la mano; ediciones en idiomas tan lejanos del castellano medieval como el japonés, el lituano y el hebreo; una edición de la editorial Tor para niños, ilustrada por Walt Disney (con Mickey Mouse y todos los personajes de Disney como personajes del Quijote); una edición de lujo realizada en La Plata; una edición de la Real Academia Española en ocho tomos de tamaño considerable, cuatro de los cuales constan únicamente de ilustraciones, con la intención de que el libro pudiera ser disfrutado aún por aquellas personas que no supieran leer. Otros tesoros invaluables, como la edición ilustrada por Gustave Doré, pertenecen a aquella parte de la biblioteca que no se puede mostrar al público, sino apenas sospechar y entrever entre los anaqueles. Quien esto escribe entraba, ante cada edición desplegada, literalmente en éxtasis.



Domingo, cinco y veinte de la tarde, costanera Catriel, desfile inaugural del festival cervantino. Arremolinados entre los lugareños, los periodistas pudieron observar el paso de las diferentes escuelas azuleñas y sus entrañables “cabezudos”, suerte de títeres gigantescos realizados por los chicos bajo la dirección del artista local Omar “Chirola” Gasparini, quien también realizara el mural que adorna parte de la costanera. Bajo el lema de la diversidad cultural se seleccionaron diferentes temáticas sobre las cuales los chicos podían realizar sus títeres y disfraces, y así pudo verse a los pumas y yaguaretés, a la barca de los inmigrantes, al circo Papelito y, por supuesto, cabezudos con motivos cervantinos (especialmente logrado estaba el cabezudo que representaba a Rocinante). Todos recibieron su merecidísimo aplauso y a continuación la murga Los Descontrolados de Barracas cerró el desfile.



Domingo, cerca de las siete de la tarde, últimas dos paradas: cementerio de Azul y grupo escultórico del artista Carlos Regazzoni. El ya exhausto grupo de periodistas, lejos de la algarabía que se adueñara de ellos durante su periplo en el Pamperito, recorrió el cementerio de Azul, cuyo portal también pertenece al arquitecto Salamone. Quien esto escribe no pudo dejar de sentirse subyugada ante la extraña y expresionista belleza del terrible ángel que preside la entrada al camposanto. A pesar de que algunos reporteros se aventuraron a recorrer tumbas, bóvedas y nichos, otros prefirieron quedarse prudentemente fuera y hacer chistes sobre la tardanza de quienes habían entrado. Un rato después, la algarabía volvía a adueñarse de los porteños apurados: el grupo escultórico del artista Carlos Regazzoni invitaba a sacarse las típicas fotos de “miren dónde estoy posando” y casi nadie se sustrajo a ellas, ni a la incandescente belleza de la chatarra oxidada mágicamente transformada en Don Quijote, Sancho Panza, Dulcinea/Aldonza y el perro, un flaco can de metal que desató la polémica: Don Quijote ¿tenía o no tenía perro? Y si tenía, ¿cómo se llamaba?



Domingo, cerca de las nueve de la noche, libertad de acción. Liberados de la presión “vamos a ver esto y esto y esto”, los periodistas se dispersaron o se retiraron a sus aposentos o se enfrascaron en sus laptops y quien esto escribe aprovechó, luego de un breve refrigerio, para recorrer un poco la plaza central de Azul y embobarse con la arquitectura y el diseño gótico de la iglesia-catedral Nuestra Señora del Rosario, así como con el impecable trabajo de restauración del Teatro Español, donde transcurriría la anteúltima parada de la excursión.



Domingo, apenas pasadas las nueve de la noche, Teatro Español, show de la compañía Tangokinesis. Un maravilloso espectáculo de danza que, bajo la dirección de Ana María Stekelman, combina la danza moderna con los movimientos tradicionales del tango, otorgándole una frescura inusitada. El show incluyó tangos como “La cumparsita”, “Buenos Aires hora cero”, “Yo no sé que me han hecho tus ojos”, tres versiones de “Quizás, quizás, quizás” y concluyó con un set de mambos. El público aplaudió a rabiar a los bailarines, entre quienes se destacaron sin duda alguna Nora Robles y Pedro Calveyra.

Domingo, madrugada, cansancio y después… Promediando la medianoche los filtrados periodistas fueron aún agasajados en otro restaurant a la vera de la ruta, esta vez con una picada y un asado bien criollos, como debe ser, y entre la mulita en escabeche, las patitas de chancho, el asado de tira, las ensaladas y los tentadores postres, el nutrido grupo de periodistas terminó subiéndose a la combi de regreso hacia la una y treinta de la madrugada. Luego de unos momentos de charla, todos acordaron tácitamente que había llegado el momento de llamarse a silencio y dormir.

Lunes, cinco de la madrugada, esquina de Callao y Rivadavia. La confitería del Molino sigue sin abrir sus puertas y el Congreso es ahora testigo de cómo los periodistas se despiden, se desean suerte y esperan reencontrarse en otra nueva aventura, tan grata y singular como la que acaba de terminar. ¡Gracias, azuleños!

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Nota en ANSud


Todas las imágenes por The Violet Girl.

martes, 3 de noviembre de 2009

FESTIVAL PALABRA VIVA

Del 5 al 8 de noviembre: Festival "Palabra Viva" (El Crisol)



¿Qué es un bululú? ¿Qué es un juglar? ¿Y un narrador oral? ¿En qué se diferencia éste de un escritor “convencional”? Estas y muchas otras preguntas podrán ser contestadas en el Festival “Palabra Viva”, que se celebrará del 5 al 8 de noviembre en El Crisol, del barrio capitalino de Villa Ortúzar.
Será un festival que, en palabras de sus organizadores, procura honrar “a la palabra que emite el cuerpo sin intermediarios audiovisuales. Un homenaje al verbo y a uno de los pilares fundamentales de la herencia cultural desde los comienzos de la humanidad: la tradición oral”. Con el apoyo del Instituto Nacional del Teatro, el Fondo Nacional de las Artes, la Embajada de España en Argentina y el Gobierno y el Centro Dramático de Aragón, esta primera edición contará con artistas locales (como Ana Padovani) e internacionales (como Luis Felipe Aguirre, Norberto Presta y Javier Tárrega), quienes brindarán shows y workshops donde la palabra emitida en forma oral será la reina.
Cuentos, leyendas, poemas, romances, canciones, mitos, retruécanos, narraciones, títeres y versos tendrán espacio en este festival dedicado a celebrar la palabra en acto, lejos de la “virtualidad” reinante y buscando acercar al público a nuevas formas de apreciar ese bien cotidiano que es el lenguaje. Tanto los amantes de la literatura como los del teatro, los de la poesía y de la música, así como los curiosos, estarán de parabienes ya que habrá espectáculos para todos los gustos, como se detalla a continuación:

PROGRAMACIÓN

Jueves 5/11
21 hs – Espectáculo de Apertura: “Argentino hasta la muerte”, con Martín Ortiz (Argentina/España)

Viernes 6/11
17 hs – Charla con Javier Tárraga. “Un recorrido propio por la poesía oral, los cuentos populares, los títeres y los espectáculos de calle tradicionales”.
20 hs – Espectáculo “La torre de mentiras y los embusteros sin fin”, con Juan Marcial Moreno (Argentina)
22 hs – Espectáculo  “Fragmentos de vidas compartidas”, con Norberto Presta (Italia)

Sábado 7/11

17 hs – Clase magistral a cargo de Luis Felipe Alegre. “Juglaría. Tradición y actualidad”
20 hs – Espectáculo “Mil y un cuentos”, con Ana Padovani (Argentina)
22 hs – Espectáculo “Flor nueva de romances viejos... pero no tanto”, Javier Tárraga (España)

Domingo 8/11
16 a 19:30 hs – Workshop a cargo de Norberto Presta
21 hs – Espectáculo “Bululú”, con Luis Felipe Alegre (España)
Cierre

Festival “Palabra Viva”
Fecha: del 5 al 8 de noviembre
El Crisol: Arismendi 2658, CABA
Espectáculos nacionales: $10
Espectáculo extranjeros: $15
Informes: 011 4523-7605

Más información sobre los espectáculos:

Espectáculos participantes


Bululú
Con Luis Felipe Alegre
Un espectáculo de El Silbo Vulnerado.
Bululú es un actor que actúa en solitario, con unos mínimos elementos escénicos: los que caben su maleta.
El repertorio que un Bululú presenta al público, depende de sus habilidades actorales, a veces canta, cuenta cuentos, recita poesía, hace bailar los títeres..., siempre buscando la complicidad de su público, la comunicación inmediata.
En resumen, un bululú es, desde tiempos antiguos, el hombre que cuenta teatralmente historias a otros hombres.
El repertorio elegido irá desde clásicos como el Arcipreste de Hita o Quevedo hasta los actuales Ángel González, García Calvo, Juan Gelman, o Leopoldo María Panero, pasando por cuentos y cantos  de la Tradición Oral.


Flor Nueva de Romances Viejos… pero no tanto, tanto
Con Javier Tárraga
Cuenta Javier Tárraga: Mis espectáculos se componen de palabras, canciones, recitados, improvisaciones... y tonterías. Excepto el texto de los romances, nunca llevo exactamente preparado el contenido de lo que voy a contar, porque generalmente depende de cómo me encuentre y de la conexión con el público. Utilizo los cartelones ilustrados y alguna vez ciertos objetos.
Éste es el repertorio que podría interpretar:
La serrana de la Vera
Conde niño
La infantina encantada
Castilblanco
Juajuá
Rinoceros
Bernal Francés
El veneno de Moriana
Mariana Pineda
El enamorado y la muerte
La doncella guerrera
La pérdida de Alhama
San Antonio y los pajaritos
Morilla de bel catar
Ximena
Jura de Santa Gadea de Burgos
La danza macabra


Argentino Hasta La Muerte
Con Martín Ortiz.
Un espectáculo sobre textos de Cesar Fernández Moreno.
El espectáculo es una “nueva edición” del programa, La Poesía es para todos, que el mismo César Fernández Moreno condujo en los primeros años de la década del 60’ y que, en esta ocasión, está dedicado, precisamente, a su poesía. Así, como un programa radial visual, con tangos interpretados en vivo (“Yira, Yira” y “Uno”, que el poeta cita en el texto) el espectáculo articula algunos poemas del libro Buenos Aires me vas a matar (15 poemas dispuestos a modo de autobiografía).
Comienza con Argentino hasta la muerte a modo de psicoanálisis humorístico de lo argentino. El núcleo central de la obra es el poema Un argentino en Europa, sobre su primer viaje al Viejo Continente realizado en 1955. Acompañan a estos dos poemas, otros más cortos del mismo libro: Las Palabras, un texto metapoético de 1963, y Débil Mujer, poema de desamor.
Argentino hasta la muerte es un espectáculo de Poesía en Escena, de Poesía dramática, que busca promover el reencuentro con la obra de uno de los grandes y olvidados poetas argentinos a veinte años de su desaparición.


Fragmentos de Vidas Compartidas
De y con Norberto Presta.
Un espectáculo del Centro di Prodzione Teatrale Vía Rosse.
Cuenta Norberto Presta: El espejo da una imagen que me mira sin verme porque está pensando en otra cosa, estoy navegando en la historia y me pierdo. Escribo la historia de uno que se mira al espejo y no sabe quién es, la historia de uno que son muchos. Pienso en la Europa en la que vivo desde hace un cuarto de siglo, una sociedad que no se reconoce porque niega el otro, que pierde su identidad porque niega su historia, sus historias, que olvida y se hace sorda, que está cada vez peor porque sin saber ser rica niega su pobreza, porque siendo humanista olvida su solidaridad, su igualdad, su justicia, olvida lo que aprendió por haber sido víctima y victimaria a un tiempo. Olvida.
Yo que nací en Argentina, que antes de ser italiano fui clandestino en Italia, fui clandestino en Alemania, yo que hoy soy un europeo con pasaporte Argentino, un latino americano con pasaporte Italiano, soy argentino por nacimiento, italiano por mi bisabuelo, extracomunitario, clandestino, inmigrante emigrado migratorio migrante por voluntad y natura. ¿Quién soy?
“Fragmentos de vidas compartidas” no nació de un modo premeditado, apareció como una necesidad oculta, una necesidad de reconocerse partiendo de la propia historia y reconociendo al otro, reconociendo al que no conocemos pero en el que nos reconocemos. Reconocer la propia historia en la historia del otro, aún cuando cada uno tiene la suya. Fueron varias historias que escribí, sin premeditar hacer un espectáculo, pero soy teatrante y lo que escribí fue una necesidad que solo como teatrante puedo comunicar, es decir; haciendo pasar ese texto por mi cuerpo, transformándolo en una secuencia de acciones para encontrar una relación emocional, intelectual, sensitiva, física con el público. Puse todas esas historias juntas, las mezclé, se fueron contaminando y fui descubriendo que eran Fragmentos de vidas compartidas.


La Torre de Mentiras y Los Embusteros Sin Fin
Con Juan Marcial Moreno.
Un recorrido sensible, profundo, ameno y con humor por un sendero que nos lleva de visita a cuentos filosóficos de África, Arabia, Tíbet, Bolivia y otras culturas.


Mil y un cuentos
Con Ana Padovani
La actriz despliega su rol de narradora en un abanico de cuentos provenientes de la literatura universal y de la tradición oral que despiertan en el público variadas emociones: la ternura, la reflexión, el suspenso, la sonrisa, la carcajada.
Genera un clima intimista que devuelve a la adultez uno de los mejores momentos de la infancia: disfrutar de los cuentos contados.
La canción, la poesía, la música, la gestualidad, la lectura, la interpretación de los personajes y demás recursos que desenvuelve la protagonista, otorgan a este espectáculo de narración una auténtica dimensión teatral de ricos y variados matices.
El repertorio incluye cuentos de tradición oral y de autores como Roberto Fontanarrosa, Gabriel García Márquez, Niní Marshall, entre otros.
Un párrafo aparte merece la importancia dada a los textos de Niní Marshall de quien Ana Padovani interpreta algunos de sus personajes más emblemáticos, como Catita, Cándida y Mónica. Rinde con ello un homenaje a la inolvidable actriz y expresa su reconocimiento por el apoyo que la propia Niní le infundiera desde el inicio de su carrera.

JORGE MEHAUDY: BENDICIONES DESDE ESTAMBUL Y TETUÁN

31/10/09 - Música: Jorge Mehaudy en Sala Mediterránea (Ciclo "Aires del Mediterráneo")



Sefarad. La sola palabra ya convoca un gran misterio. Sefarad, sefaradí, sefardí son distintas maneras de decir lo mismo: península ibérica. ¿Quiénes son, entonces, los sefaradíes? Son los judíos expulsados de España, junto con los árabes, en 1492. Muchos de ellos se afincaron en Estambul (Turquía) y conservaron allí lo poco (lo mucho) que se pudieron llevar: las llaves de sus casas, sus costumbres y su idioma. Pero aquel bello castellano antiguo se infundió de nuevos sonidos al contacto con los dialectos lugareños y dio lugar al ladino, también llamado judeoespañol o judezmo. Los judíos que se afincaron en Tetuán (Marruecos) desarrollaron también otra variante, más influida por el árabe: el haketía.
En estos dos bellos lenguajes el cantautor Jorge Mehaudy despliega una selección de canciones clásicas y de su autoría que pueden verse y escucharse en el ciclo “Aires del Mediterráneo”, una idea para aplaudir de pie. En la intimista Sala Mediterránea, del barrio de Abasto, se está llevando a cabo este ciclo que no sólo lo tiene a Mehaudy como uno de sus animadores sino que contó y contará también con exponentes del fado, el flamenco y la canzonetta napolitana.
Pero Mehaudy no sólo ofrece sus canciones sino que tiene el tino de hacer una breve introducción a cada una de ellas, contando las circunstancias que rodean a la canción y desplegando así, con gracia y carisma, la particular historia de la comunidad sefaradí, sus costumbres, sus anhelos, sus bendiciones. Y en su música se despliegan, verdaderamente, todos los aires del Mediterráneo: resuenan de pronto guitarras con un pronunciado dejo flamenco, estallan las melodías más cautivantes del Oriente, se deja incluso caer una melancolía casi tanguera. En una hora de espectáculo se tiene el placer de viajar hacia confines plenos de misticismo y poesía sin moverse siquiera de la silla, montados en la alfombra mágica de la música, la cálida voz de Mehaudy y los cantes sefaradíes.
Mehaudy, que además de ingeniero, musicalizó shows televisivos y espectáculos para niños, comenzó a investigar hace algunos años su genealogía y sus raíces. A partir de allí decidió revitalizar e inyectarles nueva vida a canciones como “A la una yo nasí” o “Buena semana”, y conformar un espectáculo que rescata no sólo la cultura de un pueblo sino la memoria de un idioma tan cercano, y tan lejano a la vez, al nuestro, donde se adivinan los ayes de las jaryas mozárabes y el salero de los romances, canciones y letrillas de la Edad Media española.
Entre otros temas, el pasado sábado, a pesar de la lluvia y las consecuentes molestias, pudieron escucharse “Bre Sarika”, “Tres ermanikas”, “Kafé d’amaneser” y “Blanka i Blanka”, tema de su autoría que fue finalista en el Festiladino de Jerusalén en el 2006. Estas y otras composiciones conforman, además, su CD “Sefarad – Kantes y tanyres”, editado en el 2008. Acompañado por Diego Mano en teclados y por Luciano Bertoluzzi en cajón y derbake, Jorge Mehaudy con “De Tetuán y Estambul” logra una perfecta amalgama que cautiva el corazón y eleva el alma hacia los más exquisitos ensueños.

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Crítica en ANSud

lunes, 2 de noviembre de 2009

SALTO Y NO ME CAIGO

30/10/09 - Teatro: La última vez (que me tiré a un precipicio) (Almeida-Lewis)




Una clown, una cornisa, una valija, un espejo mágico, un banco de plaza, una pierna que no quiere seguir los movimientos de la otra y se queja como un cachorrito, y sueños, sueños desbocados, desmesurados, aparentemente imposibles pero terriblemente humanos: ésos son los elementos principales de “La última vez (que me tiré a un precipio)”, obra de Vicky Almeida y George Lewis (con la colaboración dramatúrgica y dirección de Mario Luis Marino), estrenada en El Piccolino el pasado 16 de octubre. A esos mínimos pero esenciales elementos se le suman: el despliegue de la tecnología, con films y animaciones, el despliegue musical, con la hermosa y prístina voz de la misma Almeida (quien perteneciera al grupo Los Twist), y el vestuario adecuado para un personaje de esas características: ingenuo, sincero, adorable pero un pelín ridículo, un pelín patético.
Una clown, con su roja nariz de payaso, con su vestidito negro y blanco, sus zapatitos también rojos y su temor al vacío. No sólo al que le ofrece el de la cornisa, si no al otro —al peor— al existencial. Una clown que se pregunta, ceceosa, indecisa, al borde mismo del colapso nervioso, “yo, ¿quién soy?”. Y una serie de monólogos al borde mismo de otros tantos precipios intentarán dar la (alguna) respuesta. Cada vez que la clown está a punto de arrojarse, cae en un ensueño del que procura extraer la sabiduría, la clave. Y cada vez reaparece en el mismo punto (al menos, en apariencia) diciéndose a sí misma “tengo que entrar en razón”. Pero ¿cómo se entra en razón? ¿Se entra alguna vez?
Porque cada vez que se intenta entrar en razón, se está más lejos de ella. Los otros están siempre distantes y no contestan ni a las preguntas más triviales. Y se alejan, impasibles. Las cosas permanecen en su mutismo insondable, nada hay donde posar los ojos sin inquietud. Cada vez que se ensaya una posible respuesta se vuelve al mismo punto de desolación, locura y soledad. La clown parece preguntarse no ya dónde está la salida de la vida si no ¿dónde está la entrada?
Así, la obra maneja los tiempos y las sutilidades con una presteza envidiable. La actuación de Almeida sobrepasa a cualquier espectador y sorprende con su gran ductilidad, que dota al personaje de los matices precisos. La música siempre acompaña en el tono justo, en el momento apropiado, con los crescendos necesarios. Las proyecciones ambientan de inmediato al espectador: con sencillez, con calidez, con un minimalismo bien entendido rápidamente estamos ora en la cornisa, ora en la solitaria plaza de la desdicha. Y se cae tanto en la carcajada como en la reflexión más profunda con la misma bienvenida facilidad y gracia.
Por si todo esto fuera poco, la espléndida voz de Vicky Almeida, que sólo se muestra en todo su esplendor hacia el final de la obra, corona un espectáculo que deja no sólo los interrogantes existenciales que todos nos hacemos impresos a fuego en la retina, sino también un mensaje esperanzador y confiado, cifrado en la melodía y en la letra del tema final: “ya no hay heridas en esta vida / lo que quería / era una vida / que fuera mía”. Un espectáculo multidisciplinario para no perderse ni un minuto más.

Funciones: viernes a las 23hs
Teatro El Piccolino: Fitz Roy 2056
Informes: 4779-0353
Entradas: $30

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