01/10/11 - Teatro: Los días de fiesta no pasan trenes (Fernández, Giusto, Navarro, Sassi)
Otra vez la soledad. ¿Qué rostro tiene la soledad? Para el protagonista de “Los días de fiesta no pasan trenes” (obra escrita por Ezequiel Fernández, Raúl Giusto, Osjar Navarro y Gustavo Sassi, y dirigida por éste último) la soledad asume numerosos (e inquietantes) rostros. El primero de ellos, el suyo propio, el que nunca (jamás) se quiere reconocer. Pero luego vienen esos rostros aún más siniestros: el del maniquí, el de la muñeca (Martinita), el del adusto retrato en blanco y negro, y el más acuciante de todos, el de ese hombre que nunca llega.
Con música de Sandro de fondo arranca una obra breve pero intensa, con picos de hilaridad que sirven para contrarrestar una atmósfera densa y cargada de pulsiones oscuras. De no contar con esa tenebrosidad, con esa siniestra familiaridad, la obra podría haber salido de la pluma de Manuel Puig, pues Severo Vira, el protagonista, es un modisto (o costurero) acostumbrado a trabajar con grandes estrellas. Sin embargo, los costados más retorcidos lo alejan de la estética pop y camp del autor de El beso de la mujer araña y otras obras inolvidables, y lo acercan más a los límites mismos de la locura.
Si se vuelve a la pregunta inicial, sin duda el rostro que tiene la soledad es el de la locura, el de la disociación, el de aquel no puede reconocer sus propias patologías. Noche de Navidad, Severo pone la mesa y departe con sus invitados: el maniquí, Martinita la muñeca, el adusto retrato. Lo que podría ser considerado un monólogo es claramente un diálogo, un diálogo sostenido maravillosamente a lo largo de toda la obra por la ductilidad escénica y vocálica de Claudio Veliz como Severo Vira.
Severo Vira no monologa, no habla consigo mismo, no se considera a sí mismo un ser fuera de lo normal: Severo entabla un diálogo por momentos dramático y por momentos desopilante con sus “invitados” y aunque éstos jamás contesten, la dinámica teatral hace que el espectador pueda llenar esos huecos aparentes con pasmosa rapidez y facilidad. Las vicisitudes de una vida a la sombra de una gran estrella, que como toda estrella es caprichosa, narcisista, egoísta e insoportable, van desfilando por los recuerdos que Severo enhebra con la misma habilidad con que le enhebraba las agujas a su mamá. Una vida al servicio de los demás termina siendo la sombra de lo que pudo haber sido y que, en esa triste, acaso última noche de navidad, tampoco va a concretarse.
En suma, “Los días de fiesta no pasan trenes” es una obra que, con la compleja elegancia de la simplicidad y sin apelar a golpes bajos ni de efecto logra hacer reflexionar al espectador sobre uno de los temas más acuciantes y vigentes de nuestros días: la terrible, ponzoñosa, inquietante soledad del ser humano.
Sábados, 20:30 hs.
Teatro El Fino
Paraná 673
Reservas: 4181 4201
Entradas: 40 $
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