jueves, 8 de octubre de 2009

PROHIBIDO REÍR

02/10/09 - Teatro (unipersonal): La imagen fue un fusil llorando (Molina)

Roberto Arlt (1900-1942) es uno de los autores más importantes de nuestra literatura. Esa escueta descripción, sin embargo, no alcanza a cubrir el amplio rango de temáticas y reflexiones que supo disparar desde sus Aguafuertes porteñas, la columna periodística que lo haría famoso en vida, portento pocas veces visto. Roberto Arlt, con su particular manera de escribir, sus siete locos, su tercer grado de escuela primaria y su apellido imposible de deletrear para las lenguas criollas, supo conquistar a miles de lectores cada día con su columna: lectores que le escribían decenas de cartas y que elevaron, en forma meteórica, la tirada de uno de los diarios más importantes de aquella época.
Nada se escapaba de su pluma irónica, expresionista, salvaje y refinada a la vez. Tampoco el fusilamiento del anarquista Severino Di Giovanni acaecido en los convulsionados años 30. En el aguafuerte “He visto morir” Arlt despliega sus impresiones acerca de este suceso. Ése es el punto de partida elegido por Julio Molina para “La imagen fue un fusil llorando”, una adaptación teatral de dicho texto interpretada magistralmente por Gabriel Fernández, quien ya había caracterizado a Arlt en el programa Algo habrán hecho (Telefé). El texto de Molina, a su vez, pertenece al volumen La carnicería argentina, editado por el Instituto Nacional de Teatro.
La puesta, austera, cuidada, justa, impregna, gracias al juego de luces y sonidos, al espectador en la atmósfera adecuada. Franjas blancas y crudas, junto a opacidades nocturnas y oníricas, tan caras a la estética arltriana. El escritor está solo en su celda —en su cuarto— y su máquina de escribir lo espera. Pero ¿cómo escribir lo que sus ojos han visto? ¿Cómo dar crédito a lo que esos ojos vieron? ¿No sería mejor arrancárselos como Edipo para así ya no soportar el peso de lo que vieron? Sobre estos interrogantes planea el doloroso, poético y singular monólogo-soliloquio de Fernández, cuyos tonos de voz dan siempre con el matiz justo.
La soledad del escritor es extrema, como la del reo que aguarda ser ajusticiado. De ahí la similitud de esa borrosa habitación monacal con una temible celda de penitenciaría de los años 30. Una mesita, una máquina de escribir, una lámpara, un camastro y un espejo. El hombre, de rigurosos traje y corbata, de pelo engominado peinado hacia atrás, va perdiendo la compostura a medida que las horas pasan y no le es posible escribir, contar, narrar, describir aquello que ha visto. Todos sus años de periodismo, de literatura, y hasta su incipiente carrera teatral (en aquel momento Arlt sólo había estrenado las piezas 300 millones y El humillado) no le sirven de nada al ser humano que se ha visto herido en lo más profundo ante lo que él considera es una vil injusticia.
Pero no se trata de reivindicar el anarquismo o los derechos humanos. Se trata de una apuesta mucho más humana y jugada: reivindicar la gesta de un hombre que luchó hasta el final por sus ideales, que gritó “¡viva la anarquía!” antes de ser fusilado, y que se negó a ser vendado, decidido a ver cada detalle de su propia muerte. Es esto lo que el escritor no puede procesar, asimilar: hoy, en esa noche eterna del escribir, no puede cumplir con su oficio de cronista, no puede contar para los demás lo que ha visto, porque lo que ha visto lo ha herido de muerte a él también.
En suma, “La imagen fue un fusil llorando” es una obra que deja el agridulce sabor de las injusticias en el corazón del espectador, pero que también deja la sacra y dura consistencia de las cosas bien hechas en el alma conmocionada por el muy creíble Arlt de Julio Molina y Gabriel Fernández.

Funciones: viernes 22 hs.
Teatro La Carbonera
Balcarce 998
Reservas: 4362 2651

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