25/10/09 - Teatro / Danza: Muaré (Quesada-López)
El cruce —y hasta el borramiento— entre géneros es moneda corriente en la escena teatral contemporánea. Sin embargo, en ocasiones se tiene la sensación de que las diversas mixturas necesitaran todavía una horneada más, una vueltita de tuerca más que las eleve hasta el punto que sin duda podrían alcanzar. En el caso de Muaré, obra que mezcla de danza y teatro, estrenada ayer en el Camarín de las Musas, dirigida e interpretada por Natalia López (protagonista de La prótesis, de Martín Kahan) y Marina Quesada, la balanza se inclina más favorablemente hacia la danza que hacia la parte teatral.
El cruce —y hasta el borramiento— entre géneros es moneda corriente en la escena teatral contemporánea. Sin embargo, en ocasiones se tiene la sensación de que las diversas mixturas necesitaran todavía una horneada más, una vueltita de tuerca más que las eleve hasta el punto que sin duda podrían alcanzar. En el caso de Muaré, obra que mezcla de danza y teatro, estrenada ayer en el Camarín de las Musas, dirigida e interpretada por Natalia López (protagonista de La prótesis, de Martín Kahan) y Marina Quesada, la balanza se inclina más favorablemente hacia la danza que hacia la parte teatral.
Si la expresión corporal gana por lejos no es que la parte teatral no esté a la altura sino que tiene un basamento no todo lo firme que la profundidad del tema exhibido requiere: dos mujeres entran y salen (o bien, nunca llegan realmente a “entrar”) de una fiesta, la fiesta de los otros, la fiesta de los que pertenecen y no tienen problemas de identidad. Dos mujeres vestidas con una estética símil muñeca Barbie (vestidos de raso cortitos y con volados) procuran no perderse lo que pasa del otro lado de una misteriosa puerta que se abre sólo para dejar entrar el bochinche, la música, la fiesta, el carnaval del mundo. Tanto procuran no perdérselo como lo temen. Una puerta que se abre para que el cotillón y la diversión se les imprima en plena cara.
Sin embargo, el espectador no comprende rápidamente lo que sucede. No tiene demasiadas pistas y esto lo obliga a ciertas deducciones para empezar a comprender de qué se trata: las dos mujeres están en el cuarto donde los otros, los que sí están en la fiesta, han dejado sus abrigos —y hasta se parapetan detrás de ellos. Sus movimientos erráticos, agónicos, casi epilépticos connotan esa imposibilidad de pertenencia que las hace entrar y salir del cuarto con resultados cada vez más aterradores o desalentadores.
En este punto, un texto más jugado narrativa y dramáticamente hablando hubiera jugado, sin duda, a favor de la comprensión del espectador y hubiera logrado una mixtura más adecuada entre la parte performática y la teatral. Sin embargo, el momento más logrado de la obra es justamente el más vinculado a la danza: entre una y otra inmersión en el ruido glamoroso de la fiesta se produce lo que podríamos llamar un cambio de escena (o mejor aún, de estado) y las protagonistas aparecen en una marea (literalmente) de nylon cristal. Con maillots y gorras para nadar intentan liberarse ¿o asirse aún más? de ese maremágnum de plástico que las rodea y envuelve, y así danzan, giran, se contorsionan, se repelen, se buscan, se retuercen en una suerte de metamorfosis que paradójicamente las devuelve a su mismo estado inicial, una vez que han logrado salir de la crisálida transparente.
Párrafo aparte merece sin duda la musicalización de la obra, uno de los puntos más altos, responsabilidad de Jorge Grela, con Darío Lipovich como músico invitado. Climas perfectamente logrados, sugestivos y acordes a lo que se quiere transmitir refuerzan aquellos puntos no tan fuertes de la puesta. Muy lograda también la escenografía, con un interesante juego de luces a través de paredes de papel que reproducen el efecto “muaré”, efecto que consiste en la aparición de “aguas” o líneas verticales no deseadas en un patrón de líneas horizontales que se superponen.
Paredes tan frágiles, quizás, pero tan fuertes, como las que nos separan del mundo, que “es siempre de los otros” en palabras de Clarice Lispector, fuente de inspiración de esta obra.
Funciones: domingos, 21:30 hs.
Camarín de las Musas
Mario Bravo 960
Reservas: 4862- 0655
Entradas $ 30 (jub. y est. $ 20Links de interés
Alternativa Teatral
Crítica en ANSud
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