sábado, 5 de septiembre de 2009

LAS LÁGRIMAS DE UN HOMBRE

17/01/09 - Teatro: El día que Nietzsche lloró (Yalom)

El sábado 17 de enero se reestrenó en la ciudad de Buenos Aires la obra El día que Nietzsche lloró (basada en la novela homónima del psiquiatra Irvin D.Yalom), luego de una exitosa gira por el interior del país. Con la dirección general de Lía Jelín y un elenco conformado por Luciano Cazaux (como Nietzsche), Pablo Mariuzzi (como el doctor Josef Breuer), Florencia Dyszel (Lou Andreas Salomé), Andrés Giardello (Sigmund Freud), Paula Rebagliati (Mathilde Breuer), Carolina Díaz (Bertha) y Franco Gerardi (Paul Rée), la obra pone en escena, en apenas una hora, todos los tópicos —transferencia, complejo de Edipo y el innegable poder curativo de las palabras— del psicoanálisis. 
Pero no se trata de un mero pasar revista a un fenómeno que aún sigue teniendo enorme impacto en la vida de las grandes urbes, sino de ahondar en la atormentada vida de un hombre que predijo su propio futuro. Un hombre capaz de afirmar que conocía su suerte y que “alguna vez irá unido mi nombre al recuerdo de algo gigantesco, de una crisis como jamás la había habido en la tierra, de la más profunda colisión de conciencia, de una decisión tomada, mediante un conjuro, contra todo lo que hasta ese momento se había creído, exigido, santificado. Yo no soy un hombre, soy dinamita”. 
El filósofo Friedrich Wilhem Nietzsche encarna, a fines del siglo XIX y en los albores del siglo XX, esa enorme crisis de la que aún vivimos sus consecuencias. Anunció la muerte de Dios y aseveró que lo único que mueve a los hombres es la voluntad de poder, de dominio sobre los otros. Enunció la teoría del eterno retorno, ensalzó a Wagner y quedó preso de amor y locura por la enigmática Lou Andreas Salomé. Pero ¿cuál fue el precio que tuvo que pagar por todo eso? Ser marginado, vilipendiando, incomprendido; terminar su vida completamente enajenado y alienado, definitivamente loco. 
La obra, entonces, viene a iluminar el período más fecundo de Nietzsche, cuando aún se encontraba en plena posesión de sus facultades, si bien los síntomas del mal ya estaban allí. Una estancia en Viena, la ciudad donde nació el psicoanálisis, es la excusa para que, por intermedio de Salomé, Nietzsche se ponga en manos del doctor Josef Breuer, el maestro de Freud. La “cura dialogada”, que Breuer y Freud apenas están comenzando a investigar, parece ser el único remedio posible para los malestares que lo aquejan, pero el filósofo es demasiado astuto para “caer” en esa trampa y Breuer decide hacerle creer que quien realmente necesita “dialogar” es él y lo pone en el lugar del médico. Los roles entre “médico” y “paciente” se invierten varias veces y tras mucha resistencia, confusión, desánimo y explosivas exaltaciones, Nietzsche logra dejar salir (“deshollinar”) buena parte de todo lo que aguijonea y envenena su alma. En el transcurso de la cura llega a apreciar sinceramente, a pesar de la “traición” de que ha sido objeto, la amistad de Breuer. 
La escenografía de la obra busca destacar los dos planos que el joven Freud ha descubierto en sus primeras investigaciones: el de la “realidad” y el del “inconsciente”. Para ello, el escenario está dividido con una suerte de velo detrás del cual los personajes danzan, con una coreografía perfectamente sincronizada, mientras representan los pensamientos que pululan por la mente de los dos hombres: Breuer, un exitoso médico vienés, obsesionado con su paciente Bertha, quien sufre de histeria y por quien ha estado a punto de perder a su familia, y Nietzsche, el profesor y filósofo aquejado de fuertes migrañas, enloquecido de amor por Lou Andreas Salomé, a quien le envía injuriosas cartas que, sin embargo, revelan —en lo que no dicen— lo que sentía por ella. Por otra parte, la música y el desfile de imágenes oníricas proyectadas sobre una gran pantalla al fondo del escenario marcan adecuadamente los cambios de escena. 
Vale destacar también que la obra no carece de toques humorísticos en muchos de los parlamentos entre el médico y el filósofo, lo que no solamente agrega un toque de color sino también un modo ameno de aligerar el dramatismo de un hombre que le quiso hablar a la humanidad entera y lo logró, pagando quizá el más alto de los precios: perder su propia humanidad. 

Funciones: de jueves a domingo
Jueves Populares: 22.45hs. Entrada $40
Viernes y sábado: a las 22.45 hs. Entrada $60
Domingos: a las 21.45 hs. Entrada $ 60
Teatro La Comedia, Rodríguez Peña 1062 
Informes: 4815-5665 / 4812-4228

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