miércoles, 2 de septiembre de 2009

NI EL TIRO DEL FINAL TE VA A SALIR

05/09/08 - Teatro (unipersonal): Suerte (Savignone)

“Y en tu total fracaso de vivir / ni el tiro del final te va a salir” reza un célebre tango de Cátulo Castillo. Es acaso lo único que le falta a la obra “Suerte”, de Marcelo Savignone, que se reestrenó la fría noche del viernes en un teatro del off Corrientes (el Belisario), para salir todavía con más fritas de las que ya sale.
“Suerte” no es sólo una obra teatral o un “unipersonal tragicómico”, como se la promocionaba en la puerta del teatro pocos minutos antes de comenzar. Es un impresionante e inquietante catálogo, un detallado y minucioso compendio de las mil y una formas de matarse que están a disposición del hombre.
Ya dijo Camus que el único problema filosófico que realmente debía ser dilucidado era si valía la pena (o no) vivir la vida y a ello dedicó uno de sus libros más lúcidos, El mito de Sísifo, en el que se basa, junto a otras obras, Marcelo Savignone para componer esta pieza que amalgama acrobacia, danza, canto, pantomima, magia y performance.
Mientras el público aún está acomodándose y las luces todavía no se apagaron, un hombre se suicida en escena. La sala enmudece, el hombre se balancea de una soga y quien esto escribe sólo podía pensar en la “Balada del ahorcado” del poeta francés (un auténtico poet maudit) François Villon. Pero, tranquilo, amable espectador: esto es apenas el comienzo. Apenas el primer intento de los muchos (realmente muchos) que el innominado protagonista de la obra, esto es, el propio Savignone, llevará a cabo durante los próximos sesenta y cinco minutos.
La obra prescinde en su mayor parte de la palabra hablada para privilegiar ante todo la palabra cantada, pero también el tarareo, el balbuceo, la queja airada y los sonidos más broncos y guturales que un ser humano pueda producir en sus momentos más angustiosos y decisivos. Las canciones que va desgranando Savignone no sólo reflejan a la perfección aquello que nos quiere trasmitir sino que son una excelente síntesis entre la estética dolorosa, quejumbrosa y apasionada del bolero junto con la frivolidad y sencillez de las canciones pop.
¿Por qué este hombre quiere suicidarse? ¿Qué le ha pasado? Rápidamente nos damos cuenta que una mujer, Teresa, lo ha dejado. Quiere matarse por amor. Quiere dar la vida por ella, por la que lo dejó. Y ensaya así las posturas más adecuadas para el crucial momento en que ella llegue y ya sea demasiado tarde, o rompe sus fotos y sus cartas para luego besarlas. O la llama por teléfono hasta que al fin la encuentra y entre las puteadas y las palabras entrecortadas sale esa única verdad palpable, ese tierno y desesperado “te extraño mucho”, pronunciado de un modo irreproducible en palabras, con una modulación tan patética y exacta que si usted, querido espectador, en ese momento no recuerda la vez que también lo dijo en las mismas circunstancias y no siente al tiempo que su corazón sangra y se retuerce pensando en esa única persona (usted sabe cuál) será necesario que se haga ver. Urgente.
Y los métodos (pastillas, trenes, balcones, etc.) se suceden y nada da resultado. En el paroxismo de la obra este pobre Cristo llega a la suma ridiculez de echar un poco de agua en el piso, cerca de la heladera, y pisar (saltar) con sus pies descalzos en el breve charquito al tiempo que toca desesperadamente la heladera. Pero nada. La muerte ni se asoma. Y mientras tanto el dolor no para. Y uno piensa en los célebres suicidados que sí lo lograron: el seconal de Alejandra Pizarnik, el mar de Alfonsina Storni, el suicidio ritual de Mishima, el largo suicidio de Pavese, el cianuro vencedor de Horacio Quiroga y tantos otros. ¿Y por qué a este hombre se le niega esta gracia? ¿Por qué no tiene suerte en los sucesivos, denonados, absurdos, patéticos, tiernos y desesperados intentos por ponerle fin a su vida? ¿Por qué ni siquiera el pistoletazo o el sablazo sirven?
Porque si hubiera que pensar en alguna moraleja (a pesar de lo fea que suena esta palabra) habría que pensar tal vez que ya nadie muere por amor. Que allí donde este hombre quiere morir para un otro en realidad quiere desesperadamente vivir, pero no sabe cómo hacerlo. Algo falla en la comunicación con el entorno: tanto falla que cuando suena el portero de su mísero monoambiente, excelentemente recreado en escena, es porque se equivocaron de timbre. Tanto falla la comunicación, tanta es la soledad, el aislamiento y la alienación que sin Teresa este hombre ya no es nadie, ha perdido su identidad, ha perdido el ser y no ve más remedio que quitarse la vida para terminar con tanta agonía.
Pero agonía también quiere decir, etimológicamente al menos, lucha y de eso también se trata esta obra. Es la lucha de un hombre por vivir y no meramente por morir. Porque morir es fácil (o “es un arte”, como dijera otra célebre suicida, la poeta norteamericana Sylvia Plath, quien metió la cabeza en el horno, cosa que también prueba, inútilmente, el protagonista); lo verdaderamente díficil es vivir. Y más díficil aún, mucho más, es amar y comprender a los demás, establecer puentes y vínculos sinceros y duraderos con los otros.

Funciones: viernes, a las 23.30hs
Belisario Teatro: Av. Corrientes 1624
Reservas: 4373 3465
Entradas: $25

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